Tren Sarmiento, volviendo del trabajo, siempre al mismo horario. Desde
Once a las 17.33 el rápido a Morón.
El tren va lleno. La gente entrando por la ventanilla para conseguir
asiento. Yo espero que todos suban y cuando ya esta por salir me subo y los
compañeros de viaje que traban las puertas, me hacen solidarios un lugar, el
mejor para viajar yendo rápido hacia el Oeste, con el viento en la cara, sintiéndome
grande , trabajador, mezclado con otros trabajadores, apretados los cuerpos
varoniles. Es un día de invierno de 1977. El frío en la cara y el calor de los
cuerpos. Somos como ocho en la puerta abierta del tren. Nadie habla, el ruido
del tren es nuestra música y el paisaje que corre frente a nuestros ojos es la
imagen. Conozco cada patio, cada terraza, cada potrero. Los cables también.
Cada tanto oímos el tintineo de algunas barreras. La nubes del Oeste van
asomando pesadas por el cielo. Nadie habla. No sabemos nuestros nombres, aunque
nos vemos todos los días. Hay necesidad de estar callados. Con una mano me
agarro del marco de la puerta y la otra va al bolsillo.
En las estaciones repletas pasamos al filo de las caras que esperan el
próximo tren. Caballito, Flores,
Floresta. Son caras que esperan en silencio, que guardan palabras que nunca
llegaran a las casas. Pasando Villa Luro el tren siempre se detiene. Delante mío,
casi pegado a mi cuerpo, un hombre
joven, la tez oscura, el bolso
verde colgado en el hombro. Los ojos fijos en un punto distante. Allá adelante se ve la estación de Liniers.
Siempre desbordada, no se ve el piso, solo gente apretada al filo del anden. Mientras esta parado, oigo los
nervios del tren. Como un perro vigoroso,
atado, que espera la orden de ponerse a andar, ansioso y obediente. También se huele la humedad amarga de los yuyos al
costado de las vías de Villa Luro.
Nada hace mover a la gente, ni la
impaciencia, ni el resentimiento. El rencor va guardado en los bolsos.
Lentamente el tren se empieza a poner en movimiento. Va tomando velocidad
mientras nos acercamos a la estación. Los cuerpos se tensan con el movimiento. Al entrar al anden podemos ver cada uno
de los rostros de los que esperan, les pasamos a centímetros, cada vez mas
rápido. Percibo un movimiento corto.
El hombre delante mío saca la mano de su bolsillo.. Van pasando las
caras. El tren acelera, ya va rápido. El hombre, de repente, extiende su mano
fuera de la línea del tren, cierra su puño, lo aprieta. Escucho
un golpe seco. Tac.
Miro hacia la estación que dejamos atrás y veo a un policía uniformado
tirado en el piso, sin moverse, la
gente alrededor . El hombre, sin mirar ,
ya esta con la mano en el bolsillo otra vez. Me quedo mirándolo, viendo
apenas su perfil como en todo el viaje. Nadie dice nada, miramos para adelante,
como si no hubiera pasado nada. El tren huye muy veloz hacia el Oeste. Nos
sentimos mejor, ya pronto llegaremos a casa.
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