miércoles, 13 de noviembre de 2013

RÁPIDO


Tren Sarmiento, volviendo del trabajo, siempre al mismo horario. Desde Once a las 17.33 el rápido a Morón.  El tren va lleno. La gente entrando por la ventanilla para conseguir asiento. Yo espero que todos suban y cuando ya esta por salir me subo y los compañeros de viaje que traban las puertas, me hacen solidarios un lugar, el mejor para viajar yendo rápido hacia el Oeste, con el viento en la cara, sintiéndome grande , trabajador, mezclado con otros trabajadores, apretados los cuerpos varoniles. Es un día de invierno de 1977. El frío en la cara y el calor de los cuerpos. Somos como ocho en la puerta abierta del tren. Nadie habla, el ruido del tren es nuestra música y el paisaje que corre frente a nuestros ojos es la imagen. Conozco cada patio, cada terraza, cada potrero. Los cables también. Cada tanto oímos el tintineo de algunas barreras. La nubes del Oeste van asomando pesadas por el cielo. Nadie habla. No sabemos nuestros nombres, aunque nos vemos todos los días. Hay necesidad de estar callados. Con una mano me agarro del marco de la puerta y la otra va al bolsillo.
En las estaciones repletas pasamos al filo de las caras que esperan el próximo tren.  Caballito, Flores, Floresta. Son caras que esperan en silencio, que guardan palabras que nunca llegaran a las casas. Pasando Villa Luro el tren siempre se detiene. Delante mío,  casi pegado a mi cuerpo, un hombre joven,  la tez oscura, el bolso verde colgado en el hombro. Los ojos fijos en un punto distante.  Allá adelante se ve la estación de Liniers. Siempre desbordada, no se ve el piso, solo gente  apretada al filo del anden. Mientras esta parado, oigo los nervios del tren.  Como un perro vigoroso, atado, que espera la orden de ponerse a andar, ansioso y obediente.  También se huele  la humedad amarga de los yuyos al costado de las vías  de Villa Luro.  Nada hace mover a la gente, ni la impaciencia, ni el resentimiento.  El rencor va guardado en los bolsos.
Lentamente el tren se empieza a poner en movimiento. Va tomando velocidad mientras nos acercamos a la estación. Los cuerpos se tensan con el movimiento.  Al entrar al anden podemos ver cada uno de los rostros de los que esperan, les pasamos a centímetros, cada vez mas rápido. Percibo un movimiento corto.  El hombre delante mío saca la mano de su bolsillo.. Van pasando las caras.  El tren acelera, ya va rápido.  El hombre, de repente, extiende su mano fuera de la línea del tren, cierra su puño,  lo aprieta.  Escucho un golpe seco. Tac. 
Miro hacia la estación que dejamos atrás y veo a un policía uniformado tirado  en el piso, sin moverse, la gente alrededor . El hombre, sin mirar ,  ya esta con la mano en el bolsillo otra vez. Me quedo mirándolo, viendo apenas su perfil como en todo el viaje. Nadie dice nada, miramos para adelante, como si no hubiera pasado nada. El tren huye muy veloz hacia el Oeste. Nos sentimos mejor, ya pronto llegaremos a casa.
    

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