En esa ciudad repleta de hierros negros, de edificios en construcción, de viejas grúas gigantes, bajo la sombra de los puentes, me encontré a Kerouac, leyendo en voz alta en una librería llena de libros atiborados y gente tranquila. Muchos fumaban en el interior. Me metí tímidamente entre el público. Jack levantó la vista y me vio. Le hice una seña para que se hiciera a un lado y pudiéramos conversar. Pidió disculpas a la gente y salimos a la calle a caminar.
Me dijo que nunca habia tenido preocupación por el dinero, ni por el futuro. Solo las mujeres lo preocuparon, pero ahora que estaba muerto, ya no lo preocupaban mas.
miércoles, 3 de junio de 2009
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