Me encuentro con Víctor ,
amigo desde hace 30 años. Vamos a comer a Mamma Rosa. El restaurant casi vacío, muchas mesas con sus manteles
blancos y planchados. Elegimos una mesa, Hacemos el pedido, comemos
frugalmente, pescado, ensalada, agua con gas. Víctor toma pastillas para la presión
y para el colesterol. Yo también tomo desde hace unos meses una medicación para
el colesterol. Hablamos de cine, de libros. Víctor es director de fotografía, culto, inquieto. Me cuenta
que ya no lo llaman tanto, que ya empiezan a llamar a gente mas joven, muchos
de ellos fueron sus asistentes. El trabajo se le va haciendo mas espaciado. Nos
traen las ensaladas. Entra un
viejito al restaurante y se sienta en una mesa de dos, al lado de la nuestra,
que da a la ventana. Llueve
afuera. Traen el pescado, nuestra conversación sigue por la política argentina,
que, mas allá de nuestras convicciones , nos desconcierta. Algo se nos escapa. Veo entrar por la
puerta a un hombre que se parece a un viejo director de cine. Por un instante
lo confundo, mi vista es
mala. Se dirige hacia nosotros,
lentamente, le cuesta caminar, lo hace con cuidado, como si anduviera por un piso resbaladizo. Lleva
una bolsa de nylon en la mano. Se
sienta con el viejito al lado nuestro y se saludan. Nuestra conversación sigue, no escucho nada de la mesa de al
lado, aunque están a menos de un metro.
Pido otra ensalada y otra agua. Los viejos de al lado comparten una ración
de ñoquis. Comen despacio, en silencio. Lo miro a mi amigo y sus expresiones,
el énfasis y la lucidez de su puntos de vista aun me provocan admiración, la
misma de hace treinta años. De repente se hace un silencio en nuestra
conversación. Y cae de la mesa de
al lado una pregunta:
-Y como estas? pregunta lánguidamente el hombre de
la bolsa, apoyado en el respaldo
de la silla, pinchando los ñoquis del plato.
-Bien.- El viejito le contesta suave
-Seguís separado?
-Si
-La extrañas?
-Si-, y luego agrega - Nos vemos
una vez por semana.
Miro la mesa, es
como si recién se hubieran sentado . Se quedan en silencio comiendo los últimos ñoquis que quedan en los
platos.
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